213- Fotografía y libertad

La verdad es que no recuerdo la marca de la primer cámara de fotos que vi en casa. El niño de aquel entonces -y desde los 4 años o antes-, claramente sentía una fuerte atracción por la música y la radio, aunque seguidas muy de cerca por todo lo que fuera imagen: fotografía, televisión, cine y lo que vendría después. Y no fue hasta que los amigos de los ajeno se apoderaron de aquella cámara familiar, con la que se habían inmortalizado momentos memorables de nuestras vidas, cuando me di cuenta de que quería capturar mis propios instantes en aquella película especial, que luego sobre un mágico papel, me recordarían situaciones que el tiempo siempre se empeña en borrar.

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Hola que tal ¿Cómo estás? Soy Carlos Vitesse y te doy la bienvenida a una nueva entrega de Bitácora Mental.

Corría la Semana Santa de 1977, cuando con 10 años y algunos meses, tocó la salida de vacaciones tradicional en aquellos tiempos. El destino elegido, tenía unas bellezas naturales formidables, pero también un breve paso por una zona en la que se podían adquirir artilugios tecnológicos de máxima calidad, a unos precios interesantes, comparados con los que ofrecían las tiendas de tu barrio, o en el centro de la ciudad.

Era la época dorada del “Made in Japan”, con marcas legendarias y equipos de calidades alucinantes. Tiempos en los que la eternidad que duraban los productos era el máximo orgullo del fabricante, generándole un prestigio sin igual, y evidentemente excelentes ventas.

En nuestro caso teníamos de todo, -dentro de lo que se podía necesitar en un hogar por aquellos días-, y lo que si nos hacía falta era reponer la cámara de fotos, que junto con otros cuantos objetos, habían desaparecido de casa durante una escapada a la playa. Y la búsqueda era clara, algo sencillo y fácil de usar, para que hasta aquel niño fuera capaz de hacer buenas fotos, con poco mas que la intención. Y también resultaba prioritario que fuera fácil de llevar, por lo que no podría ser muy grande. Eso sí, de lo que no había ninguna duda es que debería utilizar carretes de 35 mm, y ser de una marca reconocida.

En aquel momento, otros parientes y amigos tenían Nikon, Canon y toda clase de cámaras grandes, como la que nos habían robado de casa, quizá por la pereza de no haber querido cargar con ella, ante la casi seguridad de que no la íbamos a usar en aquel momento. Por eso la elección fue rápida, y diría del tipo “amor a primera vista”, un pequeño y hermoso cuerpo de metal, con objetivo fijo, y ajustes tan básicos, que se promocionaba como la cámara para apuntar y disparar. La compra resultó ser una Olympus Trip 35, de la que te voy a dejar un enlace en las notas del programa, por si te interesan sus datos técnicos, o su aspecto.

Era lo que buscábamos! Pero, como no tenía flash, a pesar de que prácticamente nunca hacíamos fotos de noche, o de hacerlo buscábamos un sitio iluminado, no recuerdo si en ese mismo viaje, o mas tarde, pero hubo que comprar uno, “por si acaso”. La verdad que recuerdo aquel flash pero no el modelo, por lo que preparando éste episodio, me puse a buscar imágenes para reconocerlo, y dí con el. Era un KAKO, modelo KAKONET P.

Confieso que en aquel momento no conocía esa marca, y siendo sincero, sigo en la misma situación, porque nunca me dio por investigarla hasta ahora. Bueno, investigar es un decir, simplemente me puse a buscar algo, que me permitiera identificar exactamente el modelo de flash que había usado tanto tiempo. Y me llamó la atención que en algunos anuncios actuales de páginas de segunda mano como ebay, en la descripción del artículo dice HITACHI KAKO, o también he visto KAKO HITACHI, por lo que probablemente fuera un producto del conglomerado de empresas HITACHI, muy de moda por aquellos años, y una compañía que ha producido casi cualquier cosa que uno se imagine. Desde una cinta de casete o un radio grabador, pasando por una excavadora, y llegando a la energía y sistemas industriales, al equipar centrales nucleares, térmicas o hidroeléctricas.

Bien, no me quiero ir por las ramas, así que vuelvo a esa Olympus TRIP 35 que usé muchísimos años, y con la que hice fotos espectaculares sin el menor esfuerzo, disparando casi siempre en automático, con lo que obtener un mal resultado era casi imposible. Y recuerdo que por aquel entonces, cuando la gente iba a revelar sus carretes, -por ejemplo de 36 exposiciones-, siempre había una cuantas imágenes de las que no te hacían copia, porque estaban movidas, quemadas, etc. Y para mi sorpresa, eso prácticamente nunca me ocurría, porque con un mínimo de atención en lo que estabas haciendo, el resultado siempre era una fiesta de luz y color.

Y como decía, me acompañó muchos años hasta los primeros meses del 2.000, cuando el último carrete que usó, no se llegó a revelar. Yo estaba trabajando en una inmobiliaria, y tenía una compañera que había decidido irse a vivir a Alemania, así que cuando supimos cuál sería su último día en la oficina, le organizamos una despedida. Se hizo un sábado al mediodía, quedando para comer al salir del trabajo, y fui con mi Olympus veinteañera, para inmortalizar aquellos momentos.

Creo que otro de mis compañeros fue con una Polaroid del trabajo, con la que sacábamos fotos de las propiedades en el momento de la captación, y como el revelado era inmediato, a la vuelta ya las teníamos para colgarlas en el escaparate.

La cuestión es que ese día no completé el carrete, y la semana siguiente, en una visita de rutina -y como tantas otras veces- dejé la cámara en el coche bajo el asiento, junto con la radio extraíble.

Había aparcado en la puerta de la propiedad en cuestión, y no me lo esperaba, pero al regresar al coche poco minutos después, lo encontré abierto. Eso nunca es buen presagio, y como te imaginarás, me salió cara la visita. Me quedé sin radio, pero lo que de verdad me dio muchísima pena fuer separarme de mi TRIP 35, con la que había compartido 23 años de aventuras de todo tipo. Y nunca me había fallado, ni con frío, calor, sol, lluvia, día, noche, playa, montaña, o incluso en el medio del campo, con el peor de los vientos, haciendo que me bañara en polvo al paso de los competidores de alguna de las decenas de Rallys que compartimos. Fue una separación dura, y además, nunca pude ver las fotos de aquella comida de despedida.

Pasado el mal trago, como se dice “la vida sigue”, con lo que me tomé un tiempo para reponer la radio, y lo mismo con la cámara. Además, cierto día, un cliente que venía de EEUU le hizo fotos al piso que le estaba mostrando. Era para enviárselas por mail a un pariente, que era en realidad el interesado. La cuestión es que su cámara no era de carrete, era de una nueva tecnología que me pareció muy interesante, fotografía digital.

Pasaron unos meses, -y al menos por donde yo vivía-, el tema fotografía digital estaba muy verde en todo sentido, con lo que técnicamente si querías una cámara buena, las XLR de película, seguían siendo las reinas. Y a través de otro viaje, ésta vez a EEUU y por medio de un ex compañero de trabajo de mi mujer, -no recuerdo ahora mismo si fue a finales del año 2.000 o principios del 2001, compramos una Canon EOS Rebel 2000, que casi un cuarto de siglo después continúo teniendo. Aunque he de decir que guardada hace años, y a pesar de que cada tanto le doy una mirada para ver si está en buenas condiciones, llevo bastantes años sin usarla, al punto de que no recuerdo cuando fue la última vez que hice fotografías con ella.

Ésta Canon de carrete de 35 mm y objetivos intercambiables, obviamente tiene un tamaño superior al de la Olympus, pero era lo que apetecía por aquel entonces, poder hacer capturas con distancias focales diferentes, por lo que además del objetivo del kit -un 28-80 mm-, nos hicimos con un 80-200 mm, todo de la misma marca.

Y pasó algún tiempo, hasta fines de 2002 o principios de 2003, cuando otra vez me ganó la pereza de cargar con “equipaje” para hacer fotos, así que comencé a mirar con cariño esas compactas nuevas, que estaban ya conquistando el mercado. Y una vez mas, aprovechando el viaje de quien pasara por sitios con bajos o nulos impuestos, en esa ocasión y tirando de familiares viajeros, nos hicimos de una digital que acababa de salir al mercado, como actualización del modelo anterior, y ofrecía la friolera de 2 MPX de resolución.

Fue así como regresé a la marca Olympus, y fue con una D-380 de la que también te dejaré enlace en la notas del programa para que puedas ver sus datos técnicos. Esta cámara, súper sencilla de focal fija -como la Canon anterior- sigue en mi poder, y con ella hice infinidad de fotos personales, pero también de trabajo, gracias a su fácil manejo y portabilidad. En definitiva, que tiene miles de horas de uso, fotografiando hasta el mas mínimo detalle de todos los inmuebles que tuve para venta, alquiler, tasación, o la gestión que fuera.

Volviendo un momento a la Rebel 2000 se me pasó un detalle, y es que usa una pila para darle energía al avance del carrete cada vez que se hace una foto, y también a la hora de rebobinarlo para extraerlo. Además como tienen flash interno retráctil, obviamente también necesita energía para eso.

La primera Olympus en cambio no necesitaba de nada, el avance del carrete era manual, y salvo que le conectaras el flash externo, no tenías que preocuparte de nada. Y volviendo a la Olympus digital, lleva 4 pilas AA para alimentar la pantalla y el flash incorporado.

Como es mas que conocido, la era digital fue avanzando rápido, y con ella vinieron mejoras, junto con una batalla por los megapíxels. Así que en 2006, -y queriendo continuar en la línea de compactas-, en una visita al Corte Inglés, paseando por la zona de fotografía, me dejé conquistar por otro producto de la marca, de un tamaño similar, pero bastante mas completo.

La compra ese día fue una Olympus SP-500UZ, un cámara pequeña, pero con un interesante y potente objetivo zoom del tipo retráctil. Es decir, permanece escondido mientras no se usa, pero al encender el equipo, se extiende gracias a un mecanismo eléctrico.

Debo decir que en ese momento había equipos mas potentes, pero éste se ajustaba a mis necesidades, y con sus 6 MPX, ajustes manuales como cámaras mas grandes, la posibilidad de archivos RAW, JPG y también de hacer vídeos, me conquistó rápidamente. Fue una compra muy buena y con ella se han hecho fotografía en todo tipo de situaciones y lugares. Esta cámara, al igual que las anteriores, continúa funcionando, sigue en mi poder, y como al resto, cada tanto le doy una mirada, la enciendo, y verifico que no haya tenido problemas con polvo o humedad. Pero he de decir que también hace tiempo que no hago una foto con ella, aunque después de grabar esto, hacerlo es tan simple como ponerle las 4 pilas AA que necesita, y listo. Por cierto, durante mucho tiempo las usé del tipo recargable e iban genial.

Por el año 2009, me sentí particularmente atraído otras vez por las Réflex de Canon, y en otra visita al Corte Inglés, uno de esos días en los que hacen descuentos interesantes, terminé pasando por caja con una Canon EOS 450D que era en aquel momento la estrella dentro de la gama pensada para los que no eran profesionales, o como mínimo “avanzados”. Esta cámara es otra que conservo, junto con varios objetivos fijos y zoom, que fui adquiriendo con el tiempo, y tengo que volver a confesar que lleva tiempo guardada con las protecciones del caso, para una mejor conservación. Y debido a que funciona con baterías, aun habiendo comprado una extra años después, ya sabemos como son éstas cosas, y por lo que recuerdo hace unos 3 años que no las cargo, con lo que ahora mismo, diría que la cosas se puede complicar cuando lo intente.

Con ésta Réflex digital también hice miles de fotos, pero con el tiempo también comenzó a dar un poco de pereza cargar con ella y los objetivos. Sobre todo porque comenzaron a verse cada vez mas móviles con cámara, que a pesar de que tenían una definición horrible, te podían sacar de un apuro.

No obstante, para tener una mejor opción, y como algo mas fácil de llevar que incluso la Olympus SP-500UZ, tiempo después terminé comprando una pequeñita Nikon Coolpix s570, de esas que te entraban dos en un bolsillo. Y la idea era esa, que ocupara poco lugar, y llevarla encima todo el tiempo, para los momentos en que surgiera algo inesperado, porque para las salidas programadas, ya tenía una lista de opciones disponibles.

Y tengo que decir que la pequeña Nikon, que también es a batería, si bien sabía que era algo muy simple y no le iba a pedir nada, igual fue una decepción. Nunca conseguí enfoques decentes ni fotografías claras como con la SP-500UZ.

Lo móviles continuaban avanzando, pero todavía no había punto de comparación y desencantado con la Nikon, decidí reincidir en lo de una cámara de bolsillo. No estaba muy convencido, pero viendo la de una amigo, terminé comprando una Samsung WB800F que también usa batería, no diría que fue tan decepcionante como la Nikon, pero tampoco me convenció en ningún momento. Así que la usé menos veces de los dedos que uno cuenta en sus manos, y se fue a un cajón donde la acabo de ir a buscar, y como es a batería y hace tiempo que no la cargo, estoy en la misma que con el resto que funcionan así.

Y como decía hace un momento, los móviles siguieron avanzando, y ya decidí que no tenía sentido comprar cámaras pequeñas, porque con alguno de ellos tenía solucionado el día a día, y para salidas o fotos mas pensadas, podía elegir alguna Réflex o la SP-500UZ que iba de maravilla y ocupaba poco lugar.

Lo que sí tengo que reconocer, es que desde que -por comodidad- comencé a utilizar casi exclusivamente móviles para hacer fotos, algo en mi cambió, y nunca volví a disfrutar de la fotografía como lo hacía con alguna de las cámaras que he comentado antes. Y si tengo que elegir alguna, las réflex están muy bien, pero nada ha igualado la experiencia conseguida con mi inolvidable Olympus Trip 35 de aquel 1977. Una cámara con tanta sencillez como calidad, y que al usarla, siempre te dibujaba una sonrisa en la cara. Incluso en aquellas épocas de verano, o semana Santa, cuando llevar a revelar un carrete a tu sitio de confianza, era sinónimo de hacer cola, como si estuvieras en la puerta del cine el día del estreno de Mad Max. Y luego, -si la tienda era de las de prestigio y mucha clientela- igual te tirabas 15 días o mas, esperando el revelado. Y lo de pasarte por la tienda el día que tocaba retirar las fotos, era todo un evento que se comentaba con amigos.

Qué maravilla cuando recibías aquel sobre, con una cantidad de copias en papel, que una vez abierto ibas mirando una a una, con la ilusión de un niño el 6 de enero, mientras a la vez viajabas en el tiempo, como si fueras el dueño de la máquina que te podía llevar, a donde querías regresar.

En resumen, la fotografía era mucho mas que apretar un botón, significaba estar dispuesto a cumplir una serie de pasos, sin los cuales no podías conseguir un resultado. Y eso llevaba tiempo, además de un mínimo conocimiento, o asesoramiento, porque todo comenzaba por elegir correctamente el tamaño y tipo de película que ibas a usar, según tu cámara, lo que ibas a fotografiar, y en que condiciones.

Hoy sin ninguna duda es todo mas fácil, y la tecnología actual nos da unas posibilidades que hace no tanto eran impensadas. Y obviamente me gusta lo que veo y uso en el presente. Pero a la vez siento que nos han quitado magia, libertad, y sin duda mucho dinero, porque hasta no hace tanto, podías salir a hacer fotos con tu cámara de años, y como mucho ponerle pilas. Ahora tenemos una dependencia muy grande de las baterías y el software, con una obsolescencia programada que nos ha ganado la partida, por lo que será difícil volver a tener las libertades de antaño.

Y no solo en lo que respecta a un móvil o una cámara de fotos, se ha extendido a todo. Por ejemplo, hace algún tiempo tuve que reciclar un reproductor de MP3 que funcionaba a batería, y terminó reventada. Lo interesante es que aun tengo uno mas viejo, cuya alimentación es con 1 pila AAA y ese lo hemos venido usando en casa sin problema. Del mismo modo que un Walkman que con 30 años de uso diario, no luce ya marca, modelo, ni litografía alguna donde leer para que sirve cada botón, pero al ser a pilas, sigue funcionando.

Y así tantas otra cosas que uno conserva, y que usando ese sistema de alimentación energética, todavía son funcionales. Por ejemplo una radio que ni recuerdo cuando la compró mi padre, pero que ya tiene décadas de historia, y seguramente miles de horas de escucha, consumiendo noticias, música, o lo que a uno le interesara, incluso en momento de cortes de luz, cuando con ella, sentías que seguías conectado con el mundo.

Y no digo que todo tiempo pasado sea mejor, porque sería una tontería afirmarlo, pero sí que algunas cosas del pasado, te dan una libertad que ahora mismo ningún fabricante te quiere ofrecer. Hoy están todos abocados a encandilarte con la última novedad, que muchas veces es “el mismo perro con diferente collar”, pero sirve para conseguir el fin buscado, que no es ni mas ni menos que casi obsesionarte con que tu felicidad pasa por tener eso que te quieren vender, porque lo que tenías hasta ahora, ya no vale para nada.

En fin, lo dejo por aquí. Estoy encantado de vivir en este 2024 con todo lo que eso implica, pero a la vez, solo basta mirar un poco hacia atrás, para darse cuenta de que no se necesita tanto para ser feliz, y mucho menos, que sea “lo último de lo último”.

Y hasta aquí el Bitácora Mental de hoy, gracias por tu tiempo al leer o escuchar este episodio, y te espero en el próximo. Chauuuu…

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